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muerte en la calle

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Mensaje  Nemesis Miér Jul 21, 2010 2:42 am

Día uno.

Hoy es el gran día. Les vamos a detener de una vez por todas. La ciudad ha sufrido una enfermedad grave, que transforma a los habitantes en caníbales. Y nosotros vamos a acabar con esa ola de asesinatos.

De momento, estamos preparados par salvar a los habitantes que aún no están infectados. Delante de mí veo más coches patrulla, que se detienen en medio de la carretera y del cual se bajan los ocupantes que, armas en mano, se preparan para detener la acometida. Mientras Terry, mi acompañante, detiene el vehículo, pienso qué vamos a hacer.

"Vamos matar a unos ciudadanos infectados con una enfermedad para que no maten a otros. "¿Quiénes somos nosotros para elegir a quien matar y a quien no?" Terry me hace una señal, y bajamos del coche, dejando ambas puertas abiertas. Yo me parapeto tras la puerta y apunto con mi pistola Heckler und Koch VP70 9 mm Parabellum hacia la ola de personas que lentamente y tambaleándose se van acercando. Terry utiliza un subfusil MP-5 Navy 9x19 mm, versión para zurdos. Terry manejaba el gatillo con su mano izquierda, al igual que escribía, comía o se masturbaba.

Aparte de la gran afición que compartíamos los dos hacia las armas, teníamos una marca favorita: la alemana HK. También nos gustaba la compañía belga FN, pero sus armas, como la P-90 o la Minimi no eran reglamentarias y no podíamos portarlas por la calle. De todas maneras, disfrutábamos de nuestro trabajo, aunque en este momento hubiese deseado ser bombero. Venían también camiones blindados con los equipos especiales del departamento de policía de Raccoon, preparados para hacer lo mismo que nosotros. Mantener a esas personas a raya. Incluso un destacamento SWAT antiterrorista había aparecido para ayudarnos en nuestra difícil misión.

Ante mis ojos y los de los demás policías, soldados y miembros especiales, helicópteros de una y dos hélices desembarcaban hombres, aunque no pertenecían a nuestras unidades porque salían corriendo hacia otra dirección. No iban con nosotros, y supongo que serán mercenarios pagados para rescatar supervivientes por Umbrella, una compañía de mucho prestigio en la ciudad. Mientras los helicópteros con el logotipo de Umbrella se largaban tras soltar a sus hombres, nos llegó el turno a nosotros. Un oficial dio la orden y mis pobres oídos empezaron a quejarse. Aunque sabía que a más de ocho metros era seguro que fallaría, yo disparé. La bala impactó en el pecho de un tipo, que se seguía acercando. Pudo más mi extrañeza al comprobar que no caía que mi alegría por haber acertado, y continué disparando. Cinco balas más, de las cuales solo tres dieron en el blanco. Cuando el hombre estaba a menos de cinco metros de mí, lancé tres balas directas a su cabeza, que dieron en el blanco, consiguiendo que aquella persona (o cosa) se derrumbara. Disparé mis seis balas contra otro cualquiera, que siguió caminando. Cargué el nuevo cargador de una palmada y continué disparando, manoteando en mi cinturón cada vez que un cargador vacío y humeante caía al suelo. Pero nada parecía frenar a esa marea con sed de sangre, que se seguía acercando sin pausa. Terry cambió el cargador rápidamente, y me dirigió una mirada desesperada. Terry tenía una puntería digna de un francotirador, pero como no habían llegado a la ciudad ninguna adaptación de rifles para zurdos, se tuvo que conformar con una MP-5, eso sí, con mirilla láser. Terry estaba dando de sí con la mirilla todo lo que podía, y buena prueba de ello eran los casquillos calibre 9x19 mm que se acumulaba en el suelo.

–¡Apunta a la cabeza! –le grité, mientras yo por mi parte hacía lo mismo.

Un zombi a menos de dos metros de él cayó víctima de sus precisos disparos, y otros dos más cayeron. Cerca de mí, pude acabar con otro, pero gasté mis últimas tres balas en una mujer demasiado fea ya de por sí antes de que su cara se deformara. La mujer cayó, pero con ella mis últimas balas del calibre 9 mm. Retrocedí de espaldas sin mirar atrás. Delante de mí, aquellas extrañas personas se abalanzaban sobre los policías, que no podían hacer nada, y les arrancaban pedazos de carne entre desgarradores gritos. Terry intentó reunirse conmigo, pero un viejo se le abalanzó encima, arrancándole parte del hombro en la parte desprotegida del chaleco RPD. Intentó sacudírselo de encima, pero otro le atacó por delante y los tres cayeron al suelo. No pude hacer nada por él, ocupado en intentar salvar mi vida.

Nemesis
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